Traducción: MarÃa Teresa Atrián Pineda
Género: Novela
Colección: Nómada
Páginas: 256
Tamaño: 13.5 x 21 cm
ISBN: 978-607956678-4
Precio: $199.00 MXN
Share
El nacimiento de un hijo como momento de quiebre en la vida de una pareja. Un niño deseado, pero diferente. En palabras del padre, en un tÃmido intento por explicar a los conocidos durante los primeros meses: es un niño con un “pequeño problema. Tiene mongolismoâ€. Primero, el desconcierto, y el padre asume que lo urgente no es resolver el problema de la criatura –¿se podrÃa resolver algo?–, sino el espacio que el hijo ocupará en su propia vida.
Y el niño lo ocupa, lo ocupará por el resto de la vida. En un libro osado y honesto, Tezza expone las dificultades, innumerables, y las deliciosas pequeñas victorias al criar un hijo con sÃndrome de Down. El periplo por hospitales y consultorios médicos en una época en que el asunto no era tan estudiado y tenÃa todavÃa el velo del misticismo, la tensa relación inicial con la mujer. “En una de las crisis, en medio de un llanto desesperado, ella le dijo: Yo acabé con tu vida. Y él no respondió, como si coincidiera –la mano que alargó hacia los cabellos de ella consolaba el sufrimiento, pero no la verdad de los hechosâ€.
Aprovecha las cuestiones que aparecerán por el camino en estos 26 años de Felipe para reordenar su propia vida: la experiencia de la vida en comunas siendo adolescente, la vida como ilegal en Alemania para ganar dinero, las dificultades de ser escritor con treinta y tantos años y algunos libros en el cajón, la supuesta estabilidad con la plaza de profesor en una universidad pública.
Con precisión literaria para encadenar de manera clara referencias a épocas y situaciones dispares, a veces, dentro de un mismo capÃtulo, con la publicación de El Hijo Eterno, Cristovão Tezza reafirma su lugar entre los mayores escritores brasileños.
Cristovão Tezza nació en Lages, Santa Catarina, en 1952, pero desde niño vive en Curitiba. Con una vasta obra, es considerado uno de los más importantes autores de la literatura brasileña contemporánea. Además de novelista, Tezza ha sido profesor universitario y escribe para los principales diarios y revistas brasileños. Su novela, O filho eterno (El Hijo Eterno), ha tenido una enorme repercusión y se ha hecho acreedora a innumerables premios: Zaffari & Bourbon 2009, Portugal Telecom 2008, São Paulo de Literatura 2008, Jabuti 2008, Bravo! 2008 y APCA 2007. En abril de 2012, O filho eterno quedó entre los 10 finalistas del Premio Internacional IMPAC-DublÃn de Literatura.
Fragmento del primer capÃtulo:
El nacimiento es una brutalidad natural, la expulsión obscena de la criatura, la ruina fÃsica de la madre hasta el último lÃmite de la resistencia, el peso y la fragilidad de la carne viva, la sangre –se crea todo un mundo de signos para ocultar la cosa en sÃ, tosca como una caverna oscura.
—¿Telefoneaste a las familias? —Y ella sonrió por primera vez.
Las familias. La familia es un horror, pero un horror necesario –o inevitable, que es lo mismo. Ahora tendré la mÃa, piensa. Basta de pleito. Solo los árabes y los judÃos pueden vivir en guerra la vida entera, y rÃe de la broma que imagina, casi contándole a su mujer, pero desiste.
—Voy a llamarles ahora. ¿Qué hora es? —como si ella pudiera saber.
Al salir hacia el pasillo, descubre que ya colgaron en la puerta un muñequito azul, y absurdamente piensa en dinero, tranquilizándose en seguida. Todo está saliendo bien. En la jaula pública de los recién nacidos, intenta reconocer a su hijo, hay una hilera de seres idénticos detrás del vidrio, aunque parece que ya no está ahÃ. ¿Qué nombre le pondrÃan? Si fuese mujer le pondrÃan Alicia, si fuera hombre se llamarÃa Felipe. Felipe. Un bonito nombre. NÃtido como un caballero recortado sobre el horizonte. Un nombre con contornos definidos. Una dignidad sencilla, autoevidente, él va fantaseando: Felipe. Repite el nombre varias veces, casi en voz alta, para comprobar si no se desgasta con el uso, si no se desmorona en su mismo sonido, vaciado por el eco –Felipe, Felipe, Felipe, Felipe. No: se mantiene intacto en el horizonte, firme sobre el caballo, la lanza en la mano derecha. Felipe. Una pareja de ancianos sonrÃe a su lado, señalando con el dedo a alguien sin nombre, y sonrÃen también con él, compartiendo la alegrÃa: ¡el nacimiento es una felicidad colectiva, somos de hecho todos hermanos, tan parecidos unos con otros! Él devuelve la sonrisa, dice un “felicidades†intimidado y se aparta, con temor de que le pregunten algo. Es necesario hacer las llamadas –el mundo es grande, necesita saber de la gran noticia, y él no tiene fichas. En la ventanilla de recepción es recibido con sonrisas, y compra algunas fichas de teléfono. Civilizado, se resistió a pedir el favor para llamar de ahà mismo, el teléfono al alcance de la mano –precisamente para que no pidieran, colocaron el letrero desviador: FICHAS AQUÃ, y en la calzada cerca de la salida estaba la hilera de teléfonos públicos, uno de ellos con la bocina arrancada y un patético cable suelto.